El paisaje se construye desde adentro.

Aline Petterson

sábado, 3 de diciembre de 2016

En busca de la belleza






 “El oficio de poeta es, en gran parte, pajarear”
Pablo Neruda

A menudo recuerdo aquellos días de caminata matutina en la selva, fue durante los dos últimos años de mi carrera y los primeros dos años de egresada que más contacto tuve con la naturaleza. Sin embargo, tal vez fue en mi niñez, en el rancho de mis tíos, después de caminar entre los cañaverales y cacaoteros que el espíritu de la naturaleza despertó en mi esa devoción.   

Mucho tiempo después mi búsqueda continuaba al tratar de estacionarme bajo la sombra de un enorme Pich (Enterolobium ciclocarpum),  mientras esperaba la hora para entrar a la oficina. El árbol se encontraba sobre la banqueta de una avenida tranquila cercana a una de las principales vías de la ciudad, era mi refugio incluso del calor, pero lo que más recuerdo disfrutar de ese pequeño oasis, era el canto de las aves que revoleaban entre sus ramas, alguna vez vi un carpintero horadando sus troncos. La belleza es de color verde, en cualquier lugar del mundo en el que me encuentre, ahí esta, es parte de nosotros y también es inspiración.

Pablo Neruda, habla de esa belleza constantemente, el fue un admirador de la naturaleza, lo cual expresa en su poesía. Transcribo un fragmento de su libro "Confieso que he vivido" donde describe con una hermosa sensibilidad está admiración:

En esta época florecen los cactus de la costa. Lejos de esta región, en los contrafuertes de la cordillera andina, los cactus se elevan gigantescos, estriados y espinosos, como columnas hostiles. Los cactus de la costa, en cambio, son pequeños redondos. Los vi coronarse con veinte botones escarlatas, como si una mano hubiera dejado allí su ardiente tributo de gotas de sangre. Después se abrieron. Frente a las grandes espumas blancas del océano se divisan miles de cactus encendidos por su flores plenarias. 
El viejo agave de mi casa sacó desde el fondo de su entraña su floración suicida. Esta planta, azul y amarilla, gigantesca y carnosa, duró más de diez años junto a mi puerta, creciendo hasta ser más alta que yo. Y ahora florece para morir. Erigió una poderosa lanza verde que subió hasta siete metros de altura, interrumpida por una seca inflorescencia, apenas cubierta por polvillo de oro. Luego, todas las hojas colosales del Agave americana se desploman y mueren. 
Junto a la gran flor que muere, he aquí otra flor titánica que nace. Nadie la conocerá fuera de mi patria; no existe sino en estas orillas antárticas. Se llama chachual (Puya chilensis). Esta planta ancestral fue adorada por los araucanos. Ya el antiguo Arauco no existe. La sangre, la muerte, el tiempo y luego los cantos épicos de Alonso de Ercilla, cerraron la antigua historia de una tribu de arcilla que despertó bruscamente de su sueño geológico para defender su patria invadida. Al ver surgir sus flores otra vez, sobre siglos de oscuros muertos, sobre capas de sangriento olvido, creo que el pasado de la tierra florece contra lo que somos, contra lo que somos ahora. Sólo la tierra continúa siendo, preservando la esencia.

Más allá de la estética y la perfección, la belleza se encuentra en la esencia de la vida, en esa unidad que se expresa en los bosques, en un jardín o en un parque lleno de niños. Y es en el arte donde observamos el efecto que produce a todo aquel alma que se deja inspirar por ella.

Una hoja de hierba

Walt Whitman

Creo que una hoja de hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.

Descubro que en mí,
se incorporaron, el gneiss y el carbón,
el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras
y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido
en la fisura del peñasco.


Versión de León Felipe

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