El paisaje se construye desde adentro.

Aline Petterson

martes, 22 de marzo de 2011

Soy de la tribu de los que mueren cuando aman

Llevo a Sabines en los ojos desde hace una semana. Leer sobre su vida ha sido de muchas maneras catártico. Lo leo despacio, como se saborea una comida predilecta. También leí un libro sobre como amar, "Las matemáticas de Nina Glukstein", ese lo devoré. Hay tantas teorías acerca del amor. Que me aburre ya el tema. Admito que me gustaría poder seguir la de este libro. Sin embargo creo que estoy más cerca de hacer una fusión de todo lo leído y aprendido. Miento, la mayor parte de las veces hago todo menos lo leído y aprendido. 


Pero volviendo a Sabines, me he enamorado del hombre y del poeta. Quiza porque me identifico un poco con él. De alguna manera forma parte de este proceso de reconciliación con este lado mío. Hay un fragmento que me han gustado mucho de este libro sobre Sabines (Jaime Sabines, algo sobre su vida de Carla Zarebska), un fragmento de una carta que le escribió a Juan Bañuelos; otro de mis poetas favoritos, también chiapaneco. Algo tiene ese estado que hasta sus poetas me fascinan.

Sin más divagaciones el fragmento dice así: “Tu puedes aprender mucho de tu situación, de tu fracaso, de tu deseo y esto solo tú lo debes aprender. Yo en cambio estoy aprendiendo el oficio de comerciante y el de poeta lírico. A veces confundo los argumentos. Había una soledad que yo no conocía: la soledad de la mano en un movimiento inútil. Tampoco conocía yo los precios de las telas y de la gente; algo es algo. Por lo tanto vive”.

Vivamos pues.

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